viernes, 27 de abril de 2018

Características de un antilíder.



Características de un antilíder.
Líder vs antilíder
Un buen líder, se define como aquella persona capaz de influir positivamente en los demás. Sabe motivar al grupo y puede llevar a un equipo a su nivel más alto.
Por oposición, estaría el antilíder, aquella persona que no logra conectar con su equipo y por tanto no consigue ni la cohesión en el mismo ni llegar a ningún objetivo importante.
A continuación les dejamos las principales características de un antilíder.
Características de un antilíder
Soberbio: se cree en posesión de la verdad, no escucha, no pide consejos, no acepta otros puntos de vista, no sabe reconocer sus errores, no reconoce sus propias limitaciones. Todo ello le puede llevar a cometer errores muy graves que pongan en peligro el futuro de la empresa, aparte de que este modo de comportarse genera un fuerte rechazo entre los empleados.
Incumplidor: promete y no cumple, su equipo se esfuerza esperando conseguir la recompensa prometida y ésta no se produce. Esto le lleva a perder toda credibilidad. El equipo pierde su confianza en él y no va a estar dispuesto a seguir realizando esfuerzos adicionales.
Temeroso: es una persona que se siente insegura, lo que le lleva a ser extremadamente celosa de su parcela de poder. Tiene miedo a que alguien le pueda hacer sombra y ello le lleva a rodearse de gente mediocre.
Es una persona acomplejada, el miedo a mostrar debilidad le lleva a rechazar consejos, a no escuchar, a no permitir que la gente de su equipo brille. Este tipo de ejecutivo termina siendo despreciado por su equipo.
Apagado: un líder apagado difícilmente va a ser capaz de generar entusiasmo en su equipo. Si el líder carece de energía, de optimismo, de empuje poco va a poder motivar a sus empleados.
Rehúye el riesgo: el líder debe luchar por unos objetivos, unas metas difícilmente alcanzables; esto le obliga a transitar por caminos desconocidos, a asumir riesgos. La persona que evita el riesgo a toda costa es un conformista que se contenta con lo que tiene y que difícilmente va a ser capaz de conducir la empresa a ningún destino interesante. En un mundo tan cambiante como el actual, no moverse es sinónimo de perder.
Deshonesto: cuando el directivo carece de unos sólidos principios éticos no es de extrañar que termine cometiendo injusticias. El equipo difícilmente va a seguir a una persona de la que no se fía; más bien terminará despreciándola.
Falto de visión: el líder consigue el apoyo de la organización a cambio de ofrecerle un proyecto realmente estimulante: el líder vende ilusiones. Si el jefe carece de proyecto, ¿qué es lo que le va a ofrecer a su equipo?, ¿continuidad? Eso lo puede hacer cualquiera. Además, como ya se ha señalado, la continuidad es hoy en día la vía más rápida hacia la desaparición.
una persona cuya principal (y a veces única) preocupación son sus propios intereses difícilmente va a conseguir el apoyo de su equipo. Los empleados se darán cuenta inmediatamente del riesgo que corren confiando su destino a esta persona, por lo que tratarán por todos los medios de apartarlo de la dirección.
Iluminado: el líder es una persona que se adelanta al futuro, pero manteniendo siempre los pies en la tierra, sin dejar de ser realista. Si los objetivos que propone el líder son a todas luces utópicos, la gente perderá su confianza en él. El puesto de trabajo es un tema muy serio y la plantilla no va a permitir embarcarse en aventuras con final incierto. Un iluminado puede poner en riesgo el futuro de la empresa.
Autoritario: el jefe que basa su dirección en el empleo del miedo puede conseguir a veces muy buenos resultados en el corto plazo, pero termina inexorablemente dañando a la organización. Los miembros de su equipo aprovecharán la mínima oportunidad para cambiar de trabajo. Nadie soporta a un tirano. El ambiente que genera es muy tenso, la gente actuará sin iniciativa, irá al trabajo sin entusiasmo, y así difícilmente va a ser capaz de dar lo mejor de sí.

martes, 24 de abril de 2018

El efecto tercera persona: todos están adoctrinados menos yo.

Esta distorsión psicológica nos hace pensar que tenemos un criterio propio especial y único.

El efecto tercera persona: ¿qué es?

Denominamos efecto tercera persona a una distorsión en nuestro sistema de creencias a través del cual consideramos que los demás son más influenciables que nosotros mismos.

El efecto en cuestión observa que, visto un elemento publicitario o sometidos a un argumento concreto a un intento de persuasión, tendemos a considerar que el efecto que tiene sobre nosotros mismos es bajo o inexistente mientras que a su vez consideramos mucho más probable que terceras personas se vean afectadas por él y modifiquen sus creencias. El efecto en cuestión fue formulado por Davidson en 1983, en la observación de las creencias de las personas respecto al poder de la persuasión en la publicidad.

La denominación “tercera persona” parte de la idea de que solemos pensar que no solo nosotros no seremos afectados por la persuasión sino tampoco los que le son cercanos (amigos, pareja, familia o personas a las que nos sentimos unidos en general), mientras que sí lo serán personas que nos sean desconocidas o con quien no sintamos una vinculación. Dicho de otro modo: creemos que ni el sujeto al que llamamos "yo" ni al que consideramos "tú" seremos persuadidos fácilmente, pero a los que solemos denominar él/ella con cierta imprecisión sí los consideramos más susceptibles.

¿A qué se deben estas creencias?
El efecto tercera persona es un efecto que aparece de manera habitual en la mayoría de personas y que no tiene nada de patológico. Pero una vez definido, cabe preguntarse el porqué de este tipo de creencias. Y es que por un lado, este efecto supone una sobrevaloración de la propia capacidad para resistir un intento de persuasión, mientras que por el otro supone una infravaloración de la capacidad de resistencia ajena hacia los intentos de persuasión.

En este sentido, el mismo autor que lo acuñó (Davidson) consideraba que la causa del efecto tercera persona se hallaba en la ignorancia pluralista, es decir, a la consideración de que los demás no serán capaces de analizar la situación con el mismo nivel de habilidad que nosotros, sea por falta de habilidad o por carecer de la misma información. Ello causará que los intentos de persuasión externos hagan más mella en ellos que en el propio sujeto.

Otros autores, entre ellos algunos de corte más psicodinámico, indican que este efecto es el producto de la individuación y la defensa del autoconcepto: nos creemos menos vulnerables que el resto como mecanismo para proteger nuestro propio autoconcepto, de tal manera que sobrevaloramos inconscientemente nuestras capacidades de resistencia.

Factores influyentes

Cabe destacar que el efecto tercera persona no aparece del mismo modo y con la misma intensidad ante cualquier intento de persuasión, existiendo diversos factores que influyen en la consideración que tenemos respecto a la capacidad de un mensaje de generar un cambio conductual.

Uno de los principales factores que influyen es el mensaje, afectando aspectos como su nivel de consistencia, generalidad y abstracción. Un mensaje poco claro, formulado de manera genérica y con poca especificidad y con una temática algo abstracta tiene mayor tendencia de generar un efecto tercera persona. Curiosamente, si el mensaje resulta mucho más estructurado y específico la consideración se invierte, dejado de aparecer el efecto tercera persona para pasar al efecto primera persona: creemos que terceras personas no van a verse tan profundamente afectadas o movidas por el mensaje como nosotros.

Por otra parte, el emisor del mensaje y nuestra relación o consideración para con él o ella también es elemento que puede tener gran influencia en la creencia diferenciada respecto a su capacidad para convencernos a nosotros y al resto. Por lo general, a peor consideración que tengamos del sujeto o institución emisora mayor intensidad del efecto tercera persona.

Por ejemplo si odiamos a alguien consideraremos que sus mensajes no van a tener efecto en nosotros o nuestro entorno, mientras que aceptamos que terceras personas pueden ser convencidas o engañadas más fácilmente al carecer de la misma información respecto al emisor.

Finalmente, otro elemento a considerar es la esfera emocional y el interés del propio sujeto con respecto al mensaje en sí. Una mayor implicación emocional o la existencia de motivación o interés tiende a suponer que el efecto tercera persona no se de o se de en menor medida, siendo más probable que ocurra el efecto primera persona anteriormente mencionado.

Referencias bibliográficas
Davison, W. P. (1983). The third-person effect in communication. Public Opinion Quarterly, vol. 47: 1-15.
Paul, B.; Salwen, M.B. & Dupagne, M. (2000). The Third-Person Effect: A Meta-Analysis of the Perceptual Hypothesis. Mass Communication and Society; 3(1): 57 – 85.
Falces, C: Bautista, R y Sierra, B. (2011). El efecto tercera persona: el papel de la calidad de los argumentos y el tipo de estimación. Revista de Psicología Social, 26 (1): 133-139.