sábado, 24 de agosto de 2013

HOMOSEXUALES ERAN LOS DE ANTES


Marcos Winocur ( México)

I. Sintética periodización

Para una referencia sobre la evolución de la mentalidad colectiva frente al gay en las últimas décadas:

Años cuarenta: igual a “degenerado”.
Luego, había que castigar.

Años cincuenta: igual a “enfermo”.
Luego, había que curar.

Años sesenta y setenta: igual a “singular”.
Luego, había que respetar la diferencia.

De los años ochenta en adelante: igual a “cualquiera”.
Luego, no hay que hacer nada.

Nota.  La evolución de la mentalidad colectiva frente al homosexual no ha sido uniforme; así, hay gente que ha quedado anclada en alguno de los ayeres señalados.

II. “Pan con pan, comida de sonso”

Allá por los años cuarenta, se decía que había sociedades secretas de gays que, desde el clóset, manejaban una porción de poder, “y te caerías de espaldas si supieras quiénes están”. Por lo demás, ni hablar: el gay era una figura emblemática para las burlas, véase el filme “El último tren a Brooklyn”. Ahora bien, dejando el clóset por la “marcha del orgullo”, y de ésta pasando a ser alcalde de Berlín o París, la condición de homosexual es aceptada dentro y fuera del poder.

Pero en aquellos años... un refrán que estaba en boga era por demás elocuente: “pan con pan, comida de sonso”. Quería decir que la diversión aparecía cuando se juntaban hombres con mujeres, no hombres solos, no mujeres solas. Y con eso estaba todo dicho, a nadie se le ocurría preguntar más.

III. Homosexualidad y comunismo

Recuerdo que en una ocasión platicaba con mi compañero de partido (Comunista Argentino) gerente de la editorial “Lautaro” de Buenos Aires. Él, siempre en función de “cuadro del partido” (léase: funcionario) que habla con intelectual, es decir “ampliamente comprensivo a la vez que bajando línea”, pasó a relatarme esta anécdota. En una ocasión, allá por los años cincuenta, su querido dirigente Benito Marianetti hacía el elogio de Federico García Lorca cuando fue interrumpido por un compañero:

-¡Pero ése era homosexual!

-¡Él podía...! -fue la rápida respuesta del dirigente comunista.

No encuentro más clara pintura de época y a la vez reconocimiento de la imposibilidad de encontrar una lógica antihomosexual. Por un lado, uno de esos afiliados más papistas que el Papa, condenaba al poeta en nombre de la convención moral por entonces dominante. Por otro lado, el dirigente del partido absolvía al homosexual… si habías logrado la fama, si te llamabas Lorca, Proust u Oscar Wilde, estabas disculpado.

Esto acarreaba curiosas consecuencias. ¿Un camarada quería ser gay? Muy bien, “no problem”: a condición de antes alcanzar la fama. Y no en cualquier ámbito, sino en literatura, arte, tal vez un arquitecto de renombre o una estrella del cine, en suma, áreas de la estética. Imagínense, en aquel entonces un gay en política o dentro de las fuerzas armadas... recuerden los problemas que tuvo Clinton, cuando fue Presidente, con ese paquetazo.

La conclusión cae de su propio peso. La homosexualidad era un privilegio perdonable en ciertos genios y digna de reprobación en los demás mortales. O sobresalías y entonces era tu derecho, o bien te sumabas al coro de los machistas. Curiosamente, lo mismo ocurría con la condición de comunista. Si te llamabas Pablo Picasso o Pablo Neruda, la fama te protegía dentro y fuera del Partido. Si te llamabas Juan Pérez y eras comunista, te mandaban al bote. Y allí no era difícil toparte con el gay. E inflexible, no te fuera a contaminar, dabas un paso al costado. Si te hablaba, no le contestabas. ¿Era Lorca, Proust, Oscar Wilde? No. Entonces… Ni te hablo.

Eran otros tiempos. Homosexuales, los de antes. Asfixiados dentro del clóset, objeto de las más crueles burlas al ser descubiertos, y finalmente lanzados a la calle a contraatacar desde las marchas del orgullo, esos eran homosexuales. En tanto que hoy te declaras gay, y te ofrecen cuanto menos la gerencia de una empresa.

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