Las últimas seis décadas han
registrado diferentes avances en la institucionalización de la
protección de la niñez a nivel internacional.
Archivo IPS Cuba
Romper el silencio es el primer paso para enfrentar esta problemática en el seno de la familia y otras instituciones sociales.
Para la doctora Argelia Pérez, in memoriam
I. El relato de la vida del ser humano sobre La Tierra, en la historia antigua y moderna de todas las civilizaciones, está repleto de abusos y malos tratos desde los que detentan el poder hacia quienes lo soportan, y en el último escalón de sometimiento, a merced de leyes y códigos, costumbres y conductas, siempre estuvieron los niños y las niñas.
I. El relato de la vida del ser humano sobre La Tierra, en la historia antigua y moderna de todas las civilizaciones, está repleto de abusos y malos tratos desde los que detentan el poder hacia quienes lo soportan, y en el último escalón de sometimiento, a merced de leyes y códigos, costumbres y conductas, siempre estuvieron los niños y las niñas.
En los sacrificios y ritos de la antigüedad llevaban no solo animales
al holocausto, también podían ser niños y niñas ofrendados a las
divinidades. En el Antiguo Testamento de La Santa Biblia,
para probar a Abraham, Dios le ordena que sacrifique a su único hijo,
Isaac, y Abraham hubiera degollado al niño si no hubiera escuchado al
ángel enviado para impedirlo, después de comprobar su temor a Dios: “Ya
conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste a tu hijo”.
(Génesis, 22: 12)
En el propio texto sagrado, pero en el Nuevo Testamento, el
niño Jesús debe ser llevado a Egipto para evitar el asesinato ordenado
por Herodes, y este, burlado por los magos, “mandó a matar a todos los
niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores,
conforme al tiempo que había inquirido de los magos”. (Mateo, 2: 16)
La venganza contra los niños siguió vigente en los tiempos modernos,
en las luchas por el poder entre facciones rivales y llega hasta hoy. La
Mafia es el ejemplo de mayor presencia en el imaginario popular, pero
no es el único. Tradicionalmente, los tiranos se encargaron de eliminar
la descendencia de sus enemigos. Esa “cultura” de la venganza aún
sobrevive, como tantas otras formas de una violencia aprendida de la que
el ser humano debe despojarse para crecer espiritualmente, alguna vez.
Las últimas seis décadas han registrado diferentes avances en la
institucionalización de la protección de la niñez. En 1948 se promulgó
la Declaración Universal de los Derechos Humanos; en 1959 la Declaración
de los Derechos del Niño; en 1989 la Organización de Naciones Unidas
(ONU) convocó a la Convención sobre los Derechos del Niño; y, en 1990,
en la Cumbre Mundial de la Infancia, en Nueva York, se creó un
instrumento jurídico que estipula la obligación que tienen los adultos
de proteger la infancia. El capítulo número 19 de esa legislación se
refiere al abuso físico y mental, al trato negligente, malos tratos y/o
explotación, incluido el abuso sexual.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS), teniendo en cuenta
estos antecedentes en cuanto a metas y normas, efectuó la Primera
Reunión del Grupo de Consulta Regional sobre el Maltrato Infantil
(Brasil, 1992) y allí se definió el maltrato infantil como “toda
conducta de un adulto con repercusiones desfavorables en el desarrolló
físico, psicológico o sexual de una persona menor”.
Según las conclusiones de ese foro, el maltrato infantil es un
problema polifacético y multicausal, cuyo tratamiento debe basarse en un
enfoque interdisciplinario y la investigación científica de sus
componentes físicos, sicológicos y culturales, y considera que el
maltrato reside en el núcleo familiar.
En la década de los 90 del pasado siglo XX circuló la primera
clasificación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que establece
cuatro grupos, de acuerdo con la naturaleza del acto violento contra
niños y niñas: violencia física, violencia sexual, de privación o
negligencia y violencia psicológica.
Basado en esos conceptos, se distinguen cinco tipos básicos de
maltrato infantil: maltrato físico, abuso sexual, maltrato emocional,
abandono físico y abandono emocional.
Con independencia del progreso investigativo, de las metodologías,
las legislaciones y las normativas internacionales, las naciones y
Estados acogen con mayor o menor voluntad, a distinto ritmo, los
resultados de esos procesos, de esos avances.
II. Para abordar el maltrato infantil en Cuba hay que tener en cuenta
dos elementos esenciales. Primero, las costumbres heredadas de los dos
principales componentes étnicos de la nación, procedentes de España y de
África; segundo, la repercusión en la isla del proceso universal de los
cambios sociales y culturales operados en las últimas décadas sobre el
tema y la dinámica propia generada por el Estado y por las instituciones
locales.
El entretejido de costumbres heredadas sobre la educación de hijos e
hijas y su trato incluía no pocas veces métodos de lo que hoy se conoce
como maltrato infantil, conductas que en la hora actual se van
modificando en la medida que se identifican, se visibilizan y se aprende
que son incorrectas, lesivas y forman parte de distintos síndromes de
abuso.
La identificación en Cuba de los múltiples rostros y causas del
maltrato infantil es un proceso en ejecución, en el cual, un grupo de
profesionales de la Medicina han realizado aportaciones conducentes a
logros significativos y trabajan sostenidamente para expandir los
conocimientos, cuando aún falta mucho camino por recorrer.
El padre de los estudios sobre maltrato infantil en Cuba es el ya
fallecido doctor Néstor Acosta Tieles, infatigable investigador y
difusor del tema. Muy próximo a él, durante cuatro décadas en esta
disciplina, el profesor Roberto Plana ofreció su testimonio para este
trabajo, así como la doctora Elsa Gutiérrez, una institución en la
siquiatría infanto-juvenil; y también su colega, la doctora María del
Carmen Chao, todos miembros del Comité Académico para la Prevención del
Maltrato Infantil.
Relato de un fundador
Roberto Plana Bouly ha dedicado casi medio siglo a una de las
especialidades más hermosas de la medicina: la pediatría. Su
sensibilidad y preocupación por los infantes, durante el prolongado
ejercicio de la profesión en disímiles sitios del país, lo convirtieron
en uno de los actores principales en la lucha contra el maltrato
infantil dentro de Cuba.
Luego de concluir estudios de Medicina en la Universidad de La
Habana, en 1961, el doctor Plana fue enviado hacia Antillas y Banes para
cumplir con el servicio social rural. Dos años más tarde, de regreso a
la capital, cursó la especialidad y, ya como pediatra, marchó a las
provincias de Pinar del Río, Matanzas y Santiago de Cuba. En esta última
conoció a una persona que sería muy importante en su vida profesional:
el doctor Néstor Acosta Tieles. Posteriormente, de nuevo en La Habana,
fue ubicado en el hospital pediátrico de San Miguel del Padrón –conocido
como “La Balear”– y allí permaneció por 14 años.
Durante su ejercicio en San Miguel del Padrón, el doctor Plana trató a
niños y niñas que habían sido objeto de horribles maltratos, como el de
dos hermanitos de 9 meses y año y medio, cuyos padres los quemaban con
cigarros encendidos, o el de una pequeña de dos años que murió por la
rotura del baso y del hígado, a consecuencia de las patadas propinadas
por su papá. Eran casos que llegaban al hospital enmascarados como
accidentes, pero las investigaciones médicas demostraban que no eran
tales. Fueron experiencias muy duras que el profesor Plana no ha
olvidado.
La lista de maltratos –nos dice Plana– es extensa y la mayoría se
produce en el seno del hogar, ejecutados por un integrante de la familia
o un vecino muy allegado. Son clasificados como maltratos infantiles la
humillación, el abandono, el síndrome de Munchausen (los padres le
inventan enfermedades a los hijos y los someten a investigaciones
innecesarias), los descuidos que provocan accidentes: agua hirviente y
cuchillos al alcance de menores; así como no proteger a las y los
infantes de ventanas abiertas en alturas, ascensores, escaleras, huecos y
otros espacios de peligro potencial.
“Los estudios realizados, nos dicen que los accidentes de los niños,
en su mayoría, son evitables. Las negligencias que los hacen posibles
forman parte de la cadena del maltrato”, asegura Plana.
Igualmente lamentables son los maltratos infantiles no accidentales,
entre los que se cuentan los causados a menores a quienes les
administran Benadrilina o Fenobarbital, bien porque muestran hiper
actividad (los mal llamados “hiperkinéticos”) o, sencillamente, porque
las madres quieren estar tranquilas. El uso continuado de estos
medicamentos causa serios trastornos en el organismo de los infantes.
Este tipo de niños activos también suele ser objeto de castigos y
otros actos violentos. Se considera maltrato, además, dejar a los
menores expuestos a programas audiovisuales de violencia, los cuales les
ocasionan daños sicológicos y, al mismo tiempo, les generan conductas
violentas en el futuro.
A la pregunta de cuánto se conoce en Cuba sobre el tema, el profesor
Plana responde que no hay mucha cultura al respecto, pero en 2009 se
cumplieron 30 años de su introducción, en forma pública, cuando el
doctor Néstor Acosta Tieles dio a conocer en el diario Juventud Rebelde un extenso artículo; en 1990 colocó otro en Granma Internacional y, ocho años más tarde, se publicó su libro Maltrato infantil. Prevención, que ha tenido tres ediciones (Editorial Científico-Técnica 1998, 2002, 2007). Es un texto medular para adentrarse en el tema.
En 2003 comienza un avance verdaderamente notable en cuanto a
informar y educar sobre el asunto a profesionales de la salud y a
expandir el mensaje hacia la comunidad –continúa narrando Plana– porque,
en mayo de ese año, la doctora Noralina Alonso, miembro del Consejo de
Estado, le comunicó al doctor Acosta Tieles que se pondría en acción un
plan encaminado a revolucionar la atención primaria de salud, y los
profesores, en los distintos niveles del sector, deberían organizar
estudios dirigidos hacia ese objetivo.
Era el impulso que Néstor Acosta había estado esperando. Por tanto,
propuso un curso sobre maltrato infantil. El doctor Plana fue la primera
persona sumada al proyecto y junto, a otros 10 profesores y profesoras
de experiencia, formaron un comité académico presidido por Acosta.
En el policlínico docente “Tomás Romay”, en La Habana Vieja, se
inició el primer curso sobre maltrato infantil en el sistema de atención
primaria. Alrededor de 25 personas integraron el alumnado y recibieron
información sobre las diversas caras que tiene el maltrato en los niños:
negligencias, intoxicación no accidental, intoxicación alcohólica, niño
sacudido, maltrato emocional, fueron algunos de los temas impartidos.
Luego de esta primera experiencia, el curso adquirió mayor relieve
docente y se convirtió en diplomado. Actualmente se imparte el noveno
diplomado en la Facultad de Pediatría del hospital “Calixto García”.
Los intercambios entre profesores y alumnos en los diplomados, los
relatos surgidos de las experiencias de ambos, se constituyen en memoria
de casos y referencias difíciles de olvidar. Plana cuenta una historia
que sucedió en El Cerro:
“Cierta noche, en el barrio del Canal, una persona que acudió a un
colector de basura sintió un gemido y, al asomarse, descubrió a un niño
recién nacido. La persona lo llevó a su casa, le dio calor, pues el
pequeño temblaba; posteriormente lo trasladó a un policlínico y más
tarde al hospital de maternidad de Línea, donde le salvaron la vida al
bebé. Cuando se investigó el caso, se descubrió una trama macabra. La
madre, que lo había colocado en la basura, había ocultado su embarazo
por temor. La muchacha, de 24 años, había vivido siempre bajo encierro.”
En 2009 se constituyó la cátedra Néstor Acosta in memoriam en
el hospital clínico docente de Diez de Octubre, con el doctor Roberto
Plana como profesor principal y la doctora Silvia Pozo como presidenta.
La integran especialistas de múltiples disciplinas.
En la medida en que más personas estén informadas, que sean capaces
de reconocer los distintos tipos de maltrato infantil, la sociedad
estará más preparada para enfrentar este flagelo, nos dice Plana y
concluye: “Sabemos que las personas que cursan los diplomados pasan la
información a sus familiares y amigos. Identificarlo, tomar conciencia
de los daños, son aspectos importantes para combatirlo”.
Testimonio de sabiduría

“El maltrato infantil en Cuba es muy diferente al que se ve en otros
países. Aquí, que yo recuerde, nunca hubo esa fiereza, esa crueldad,
como someter al niño a torturas, quitarle la comida o ponerlo a trabajar
rudamente desde su primeros años. No estamos diciendo que en Cuba no
haya maltrato infantil, sí lo hay, pero es distinto. Por ejemplo, si
usted, como castigo, acuesta a un niño sin comer o no le permite jugar,
eso es maltrato; si le pega con un cinto, lo está maltratando; esas
conductas de maltrato todavía existen; de la misma manera es maltrato no
respetar la intimidad del niño, burlarse de él, no atender sus
necesidades, no llevarlo al médico diciendo que no está enfermo, que es
majadería. Si le dices al niño que si no se come la comida lo encerrarás
en un closet, lo estás maltratando sicológicamente, aunque no lo
toques. Igualmente, si en lugar de entender por qué se orina en la cama,
lo castigas.
“En los cuerpos de guardia de los hospitales se ve llegar a niños y
niñas con marcas de golpes, con señas de mechones de pelo arrancado, con
huellas de cintazos en el cuerpo, pero aquellos castigos escolares muy
severos como arrodillar a un niño ya no existen. Recuerdo una anécdota
del padre de Martí. Él contó que fue a buscar a su hija más pequeña a la
escuela un día de lluvia y la niña estaba en el patio del plantel con
los brazos en cruz. Esas cosas ya no se ven. Sigue existiendo maltrato
de otra naturaleza y hay que combatirlo. No se puede educar con un
palo.”
Otros maltratos: Un padre que llega a su casa en estado de
embriaguez está incurriendo en maltrato, aunque no haga nada más que
ofrecer esa imagen. Permitir que el hijo lo vea en ese estado es
someterlo a maltrato porque propicia que el niño lo aprenda y luego lo
repita cuando es adulto. La víctima se identifica con el agresor. Ese
acto hace sufrir al niño y, al mismo tiempo, crea una identificación con
una conducta que luego repite con sus propios hijos. Yo he conocido
personas que me han dicho: “mi padre me daba unas zurras tremendas, pero
yo se lo agradezco porque así iba a la escuela y pude aprender”. Es
parte de esa cultura que nos legaron y cuesta mucho cambiar.
Hay lugares donde el niño es educado con miradas. El padre lo mira y
el muchacho tiembla. Eso también es maltrato, ¡por Dios!, ¡cómo usted va
a educar de esa manera!
Los niños con “otra” orientación sexual: Los niños que
manifiestan una orientación sexual diferente a la que se espera de
ellos, preocupan a sus padres, quienes los llevan a la consulta de
siquiatría. Generalmente, esos niños son muy pasivos, no juegan o
interactúan con otros niños, solo realizan actividades pasivas y eso no
es bueno. Lo correcto es que el niño juegue, descanse, se divierta. La
socialización es importante para él y nosotros les indicamos a los
padres que el niño debe aprender juegos, socializar, con independencia
de la orientación sexual que muestre.
Nunca esos niños deben ser objeto de burla o de castigo porque
entonces no se van a identificar con unos padres que procedan así. Cómo
se va a identificar con la figura masculina si esta lo agrede. Se le
dice al padre que no lo maltrate, que sea su amigo, que lo enseñe a
jugar, que no se sienta avergonzado de su hijo por nada. Que lo ayude a
la socialización.
Quererlo, ayudarlo, es lo que tienen que hacer un padre y una madre
preocupados por la orientación sexual de su hijo o su hija. Practicar
deportes, jugar, reír, interactuar es necesario para todos los niños,
cualquiera sea su identidad sexual. Eso es lo que los padres deben
entender. Asimilarlo es importante y se ha avanzado en ese camino, pero
aún falta mucho. Los cubanos quieren que su hija hembra, sea hembra, y
que el varón, sea un macho.
Una siquiatra de los nuevos tiempos
María del Carmen Chao terminó los estudios de Medicina en 1989, la
especialización en siquiatría infantil en 2000 y después cursó dos
diplomados sobre maltrato infantil. Ahora integra el Comité Académico
para su prevención. Es una apasionada del tema, buena comunicadora y
atesora un caudal de información que nutre a diario con la práctica
clínica y la investigación. En su mente guarda la historia de muchísimos
casos, algunos de los cuales compartió con nosotros.
Cuenta la profesora Chao que, cuando a su consulta llegan niños o
niñas con trastornos en el aprendizaje, ella trata de ampliar la
información con los maestros, quienes tienen mucho que ver con ese
proceso. Por esa causa interrogó a una joven maestra de la enseñanza
primaria y quedó impactada por la caracterización que hizo en relación
con un alumno, al cual, según la muchacha, “a veces tengo que gritarle y
hasta empujarlo porque no entiende por los métodos habituales”.
Lo sorprendente, dice la doctora, es que en su relato, la maestra no
veía en esa conducta el enorme error que estaba cometiendo, que estaba
dañando al niño, al cual no solo agredía físicamente, sino que le
gritaba y le decía bruto delante del grupo, provocando su exclusión, su
aislamiento.
El daño mayor, dice la profesora, es la secuela sicológica de ese
maltrato; el estigma y baja autoestima que crea, porque las heridas
síquicas pueden ser peores que las físicas, pues mientras éstas se
suturan aquellas quedan para siempre. Esa es la gravedad del daño
sicológico.
Respecto a esa compleja trama del maltrato físico, el emocional y el
sicológico, la doctora expresó que las niñas y los niños golpeados, en
principio, se sienten muy tristes y angustiados porque no tienen la
capacidad de valorar el maltrato y pueden interpretarlo como un castigo
que merecen porque se portaron mal, porque actuaron mal. Van guardando
esas emociones y, probablemente, en la adultez, maltratarán a sus hijos,
reproduciendo esas conductas que aprendieron.
Romper esa siniestra cadena requiere el reconocimiento de esas malas
conductas aprendidas y luego replicadas. La doctora Chao señala que los
diplomados que ellos imparten han ido expandiendo conocimientos al
respecto, más allá del universo de la Medicina.
Lograr que se entienda que el maltrato infantil no solo concierne al
organismo de salud, en tanto impacta a la sociedad en su conjunto, es un
importante logro de esos cursos por los que ya han pasado maestros y
dirigentes del sistema educacional, e incluso personal del Ministerio el
Interior, acompañando en las aulas a médicos y enfermeras, apunta la
profesora.
Es un objetivo de los que trabajamos en este frente, refiere la
doctora, sacar el maltrato infantil de esa barrera de silencio con la
que se ha enmascarado durante tanto tiempo, dentro del seno de la
familia y de otras instituciones sociales, donde se ocultan el maltrato
físico, el daño sicológico, el abuso sexual.
También se han dio conociendo nuevas aristas del maltrato infantil
–comenta la profesora–, que rompen con algunos conceptos que se tenían,
como asegurar que este mal solo existía en los márgenes de la sociedad,
que solo tenía que ver con personas de bajo nivel cultural. Ahora las
historias conocidas evidencian otra cosa: el maltrato infantil está
presente en todos los estratos sociales.
Precisamente, abunda la doctora, en determinadas zonas de la sociedad
están ocurriendo fenómenos nuevos respecto al maltrato infantil. Son,
por ejemplo, los abusos resultantes del poder económico. La persona que
más aporta a la economía familiar tiene un poder, en virtud del cual, al
ejercerlo, comete maltrato.
Son personas que dedican mucho tiempo a sus labores y no dejan
espacio para atender a su descendencia; entonces, sustituyen esa
atención por dinero. Son las madres que dicen a los niños: “no puedo ir a
la reunión de la escuela porque tengo un control en la empresa, díselo
al maestro” (y le da un dinero); o, “no puedo cocinar hoy porque llegaré
tarde, pero coge este dinero y cómprate comida”, o “no te puedo
acompañar en las tareas, pero resuelve con esto”. Todo lo solucionan
mediante el dinero, una negligente manera de tratar con los hijos, una
forma de abandono filial que provoca incomunicación, desinterés y
corrupción.
La negligencia de esos padres los lleva a dar cantidades desmedidas
de dinero a sus hijos, quienes lo utilizan en sus diversiones caras,
para comprar alcohol y drogas, cuyo consumo se inicia cada vez en edades
más tempranas, según las investigaciones conocidas por la profesora
Chao. Esa negligencia, por no supervisar y orientar a sus hijos e hijas,
es maltrato infantil.
Otro rostro que se ha mostrado en los últimos tiempos en nuestra
sociedad tiene que ver con las relaciones entre cubanas y extranjeros de
abundantes recursos financieros. La doctora tiene conocimiento de
varias de estas parejas en las que, cuando hay problemas, la mujer
utiliza a los hijos para exigir dinero. Es el llamado Síndrome de Munchausen por poder:
la madre somete al niño o niña a ingresos hospitalarios y enfermedades
simuladas para obtener beneficios. A pesar de ser un horrible maltrato
infantil, por lo general queda invisibilizado.
Un signo de los tiempos actuales, que igualmente preocupa mucho a la
profesora Chao, es la epidemia de gritos y obscenidades que se ha
apoderado de los espacios, incluyendo las aulas donde estudian niñas y
niños. Para ella, las agresivas y violentas letras del reguetón
constituyen una forma de maltrato infantil. Cuál no sería su asombro
cuando, en cierta ocasión, justamente esas “canciones” eran las que
estaban animando una fiesta para los pequeños en la escuela de sus
hijas.
La doctora señala cuánto falta para que la población en general tome
conciencia adecuadamente de los daños a la infancia y se refiere al
desconocimiento que existe sobre el llamado síndrome del niño sacudido,
de la enorme repercusión negativa que puede tener sacudir a un menor,
por castigo o por juego; o el daño sicológico que ocasiona la
humillación, el silencio, la incomunicación, formas de maltrato infantil
que se practican sin la conciencia de que lo son.
La profesora coincide con nosotros en que los medios de difusión
masiva aún se acercan con mucha timidez a estos temas, aunque habla
positivamente de un anuncio televisivo muy bien hecho sobre abuso sexual
que, dice, debiera aparecer más seguido porque es uno de los maltratos
más silenciados. Ocurren, generalmente, dentro de la propia familia, los
agresores casi siempre están en el círculo filial o entre amistades
cercanas, y el padre o la madre en ocasiones lo conoce y lo silencia -o
trata de hacerlo-, aumentando las graves consecuencias que acompañarán a
la víctima para siempre, que serán su pesadilla perpetua.
Es evidente que la doctora Chao es una profesional muy sensible a
estos problemas y dice que aun cuando las estadísticas nuestras reflejen
índices bajos en relación con el contexto universal, un solo niño
maltratado ya es grave. Y expresa una metáfora demoledora: “el daño de
una bomba es comparable con la bofetada a un niño”.
Pero, si bien esta es una carrera larga y la meta está muy distante,
es importante el tramo que se ha recorrido. Relata la profesora que años
atrás los médicos no identificaban el maltrato infantil en la hoja de
cargos, porque lo ignoraban; ahora, cada vez son más los especialistas
(cirujanos, dermatólogos, ortopédicos, intensivistas) que sí lo hacen,
puesto que conocen los diferentes síndromes que lo evidencian.
Recordemos entonces lo apuntado antes por la doctora Chao y también
por el profesor Plana: el maltrato infantil es un problema de la
sociedad. Conocerlo, identificarlo, combatirlo, concierne a todos.
Bibliografía:
Acosta Tieles, Néstor: Maltrato infantil. Prevención. Editorial Científico-Técnica, La Habana, 2007.
La Santa Biblia. Antiguo y Nuevo Testamento. Sociedades Bíblicas Unidas, México DF, 1960.
“Maltrato infantil”, en Wikipedia. Enciclopedia en línea. Consulta: 2/ 12/ 2012
Anexo:
La Constitución de la República de Cuba, en el artículo 35, del Capítulo IV, dedicado a La Familia, declara:
“El Estado protege la familia, la maternidad y el matrimonio. El
Estado reconoce en la familia la célula fundamental de la sociedad y le
atribuye responsabilidades y funciones esenciales en la educación y
formación de las nuevas generaciones.”
El mismo texto, en el artículo 38 de similar capítulo, dice:
“Los padres tienen el deber de dar alimentos a sus hijos y asistirlos
en la defensa de sus legítimos intereses y en la realización de sus
justas aspiraciones; así como el de contribuir activamente a su
educación y formación integral como ciudadanos útiles y preparados para
la vida en la sociedad socialista. Los hijos, a su vez, están obligados a
respetar y ayudar a sus padres.”
Constitución de la República de Cuba. Editorial Mayor General Ignacio Agramonte y Loynaz, La Habana, 2010, pp. 11-12.
* El contenido de este trabajo es responsabilidad de su autor y no refleja, necesariamente, la opinión de IPS.