sábado, 23 de enero de 2010

TERREMOTO EN HAITI: PSICOLOGOS PREPARADOS ANTE EL DESASTRE




introduccion: locosporlapsicologia

Publicamos de nuevo el presente articulo, que cobra especial vigencia, con el terremoto de 7 grados ocurrido en haiti, la nacion mas pobre del continente, que ademas se a visto azotada por huracanes que han destruido sus cultivos, a estos desastres naturales se suman las acciones cometidas por los hombres, deforestaciones y las incidencias politicas,el pueblo haitiano a sido gobernado por una pequeña elite depredadora que condena al 80% de la poblacion a la miseria.
recientemente se informaba atraves de un medio de comunicacion internacional, el incremento de personas con desordenes mentales que deambulan por las calles de puerto principe, luego de perder a seres queridos, y pertenencias, aunque hay que reconocer y asi lo han dicho los medios de comunicacion, que este martirizado pueblo, luego de experiencias tan duras a sabido afrontar con mucha entereza esta nueva catastrofe, lo que no es obise para entender que muchas personas no tengan la capacidad y entereza de otros y se vena afectados ademas de su salud fisica en su salud mental, por ello ademas de refugio, comida, atencion medica para curar sus heridas, los haitianos requieren de atencion profesional en salud mental, para evitar asi, un aumento en la incidencia de desordenes mentales que puedan traer mas problemas a la nacion antillana.
retomenos este articulo publicado en la prensa boliviana que nos ayuda a entender por las situaciones que pasan los seres humanos que han vivido una catastrofe natural.

Por:Mirna Echave Malle

En un desastre la gente sufre pérdidas, es desplazada a campos de refugiados o albergues y se siente culpable, impotente, pesimista, y si con el tiempo supera la situación, su condición es muy frágil como para afrontar otro golpe duro. Por ello, tras una gran emergencia, suele haber suicidos, agresividad, irritabilidad, entre otras situaciones
A María Luz Valencia le dijeron que vieron a un hombre cerca de su casa poco antes de que un incendio devorara sus muebles, ropa, utensilios y todo lo que el fuego halló a su paso. “No falta la envidia”, explicaron ella y su única hija a los psicólogos con los que, hablando, descargaban su rabia, su depresión y todo lo que sentían, no sólo por aquella pérdida, sino también porque un mes después de quedar en la calle, en diciembre de 2007, las inundaciones que azotaron Beni volverían a despojarlas de lo poco que habían recuperado o reconstruido.
La psicóloga Rosario Rodríguez recuerda con pena aquel caso: “Cuando llegaron las lluvias, creían iba a pasar pronto, pero después de ocho, diez horas, cuando el agua les llegó a la cintura, sacaron lo que pudieron, que era poco, y perdieron casi todas sus cosechas de yuca y plátano. Se refugiaron en un asentamiento sobre la carretera, con sus gallinitas y chanchitos, pero como estaban casi en la misma ruta no recibían alimentos, entonces se vieron obligadas a ir sacrificando a sus mismos animalitos”.
Ahora que La Niña es un recuerdo. La gente de las tierras bajas se apresta a recibir los desastres de su hermano, El Niño

Lo que dejó la niña eN 2007

Las inundaciones que se intensificaron a mediados de diciembre de 2007 afectaron a más de 100.000 familias en el país y cada una vivió un drama diferente. Como María, una abuela de 70 años quien llegó a convertirse en un referente para su familia y para sus vecinos damnificados. La anciana era entusiasta, alegre y no dejó de apoyar a nadie en la crisis. Se la veía en la cocina, daba recomendaciones para no descuidar a los niños y en especial decía qué hacer para sobrellevar la situación.
Sin embargo, pocos días después tuvo que ser arrancada de uno de los campamentos de Trinidad y llevada a un hospital de Santa Cruz: su diabetes se había complicado por la mala alimentación que tuvo. Rodríguez dice que vio cómo este tipo de casos también influyó en la gente.
En la crisis del año pasado, la Prefectura de Beni estimó que unas 22.000 personas fueron afectadas, 5.000 eran de Trinidad. En total, 57 municipios fueron declarados, por decreto, zonas de desastre, y otros 33 municipios recibieron la misma calificación a través de resoluciones ministeriales. Hasta abril de 2008, más de 6.000 familias afectadas vivían en campamentos, principalmente en Beni, Santa Cruz y Cochabamba.
El Gobierno informó que, como consecuencia de aquel desastre natural, 45.200 hectáreas de cultivos de soya se perdieron en el país, más 32.000 hectáreas de maíz y 31.955 de arroz. Murieron alrededor de 1,3 millones de reses, es decir, más del 20 por ciento de los vacunos del país.
Se estima que el fenómeno climático de La Niña quitó la vida a 55 personas y arrasó con al menos 318 viviendas. En Santa Cruz, 156 inmuebles se colapsaron y 147 sufrieron daños parciales. En Cochabamba, las riadas e inundaciones destruyeron 136 casas en diez municipios y además fueron afectadas parcialmente las estructuras de 237 inmuebles.
En las ciudades de La Paz y El Alto y la población de Mecapaca se derrumbaron 22 viviendas, mientras que en Sucre cayeron cuatro.
El Gobierno, con ayuda de agencias internacionales, presta una permanente cooperación a las víctimas, aunque con limitaciones y algunas fallas, como la falta de una distribución igualitaria en todos los refugios. El Ministerio de Hacienda construye viviendas para algunos de los afectados, mientras que las prefecturas trabajan en sistemas de prevención antes de la próxima época de lluvias.
El Tratamiento psicológico
Incentivar a que la gente hable de sus problemas y sus sentimientos es una forma de ayudarla a superar la situación. Eso hicieron los cuatro miembros de Psicólogos Sin Fronteras, entre ellos Rodríguez, y otros profesionales de esa rama que se sumaron en Trinidad con 1.627 personas tras las inundaciones provocadas por La Niña en 2007.
Por primera vez en Bolivia, dicho equipo de psicólogos, apoyados por enfermeras, profesores y otras personas formadas para el trabajo, se encargó de atender las secuelas traumáticas de un desastre. Estos conflictos empeoran cuando no hay soluciones, cuando la ayuda llega lentamente o se repite el desastre, como se prevé que suceda este año. Existen estudios meteorológicos que anuncian la posible llegada de un fenómeno de El Niño, con más inundaciones y sequías.
También, por primera vez en el país, se aplicó una Evaluación de Daños y Análisis de Necesidades (EDAN) en Salud Mental y comunitaria, una evaluación global que permite —entre otros aspectos— una mejor administración de los recursos estatales y de cooperación para los afectados.
En estas situaciones la gente sufre pérdidas, es desplazada a campos de refugiados o albergues y se siente culpable, impotente, pesimista. Si con el tiempo se supera la situación, su condición es muy frágil como para afrontar otro golpe. Por ello, tras una gran emergencia suele haber suicidios, agresividad, automarginación e irritabilidad, entre otras manifestaciones.
La psicóloga recuerda, el caso de una joven de 22 años de la que no retuvo el nombre pero sí su historia. Ella vivía con sus padres y en la crecida de las aguas trabajó sin cansancio para ayudar a su familia. “Después de que lograron instalarse en una carpa le dio parálisis y los médicos sólo le detectaron tuberculosis. Hablaba, pero no podía caminar, entonces atribuimos su problema a la tensión. Lo que pasa es que tenía un hijito que no estaba con ella. Además, tenía el problema de la casa, la responsabilidad con sus papás y tías, eso la desesperó”.
Durante la época de crisis, en los campamentos, entre dos y tres familias debían compartir la misma carpa, turnarse para la preparación de comida y tratar de restablecer su cotidianidad en esas condiciones. Según Rodríguez, los psicólogos vieron que algunos afectados se vieron obligados a “tomar agua estancada, sacrificar a sus animales, tenían que prestarse o alquilar botes para ir a hacer sus necesidades tierras adentro, aunque en ocasiones no podían y ensuciaban los alrededores”.
Según el representante de la Organización Panamericana (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) Cristian Darrás, en el libro Salud Mental y Desastres, Actuación en Crisis, “cuando ocurren emergencias y desastres naturales, los problemas de salud mental y del comportamiento aumentan y requieren de atención en las personas sobrevivientes durante un periodo más o menos prolongado. Esto especialmente cuando los afectados tienen la tarea de reconstruir sus vidas”.
Los primeros problemas son la falta de agua y alimento, a lo que se suman la carencia de techo y atención en salud. Defensa Civil emitió una alerta porque las aguas de la inundación se contaminaban con animales muertos, las cosas o alimentos que quedaron bajo el agua. A este cuadro se sumaron los síndromes de diarrea y las infecciones respiratorias que aparecían por la constante exposición a la humedad, además de otras enfermedades transportadas por la creciente aparición de mosquitos, como malaria o dengue, entre otras.
Además, según el documento de las organizaciones de salud, la situación provoca impactos psicosociales, como tristeza sentimiento de pérdida o duelo, ansiedad, enojo, confusión y violencia intrafamiliar, que “no sólo repercuten en las propias personas víctimas de los desastres, sino también en la vida de relación a su alrededor y podrán constituirse en una barrera que entorpecerá las labores de organización y de respuesta de los Centros de Operaciones de Emergencia (COE)”.
Rodríguez comenta que, tras la llegada de las aguas, Naciones Unidas pidió a su organización, Psicólogos Sin Fronteras Bolivia, iniciar el apoyo psicológico en Trinidad.
Uno de los representantes internacionales, José María Toribio Sauquillo, dijo que para esta labor se estructuraron equipos de emergencia. Ésta es una estrategia que permite atender mejor los impactos, ya que es necesario que la gente se sienta reconocida. Es necesario, por ejemplo, hablar con un profesor del barrio o un psicólogo que entienda su dialecto, es decir, con alguien de su propia cultura.
“Cuando pasa algo como el caso de Trinidad, tiene que haber alguien de la zona, porque no puede ser que nosotros, aunque manejamos el lenguaje (castellano), a nivel cultural, a nivel social no entendemos lo que está pasando con la persona”, subraya Toribio.
El trabajo tuvo que realizarse en las mismas carpas de los damnificados, donde las familias agrupadas contaban sus problemas, lo que vivieron, cómo se sintieron y cómo les afectó. El equipo de apoyo, que fue entrenado una semana, debía identificar a quienes tuvieran problemas más profundos, como conflictos al comunicarse u otros. Así, la terapia iniciaba con esas personas en forma más particular.
Según Rodríguez hubo varios problemas el año pasado. Por ejemplo, un dirigente comunitario alzó la voz y les dijo a sus vecinos que vivían “un castigo” y que era “inevitable”.
El debriefing —como se conoce el método de descarga emocional a través del diálogo— fue aplicado en los habitantes provenientes de ocho comunidades afectadas, éstos fueron instalados en cinco albergues: José Chávez, con 400 personas; Puerto Ballivián, 226; Joaquín Hurtado, 346; 4 de Febrero, 505, y Juan Lorenzo Campero, con 120.
PRESTOS PARA ESTE AÑO
El experto meteorólogo de Naciones Unidas Félix Trujillo Ruiz hizo un análisis de los patrones atmosféricos que afectarán a Bolivia en el verano 2008-2009.
Por ejemplo, el invierno adelantado que vivimos de marzo a julio es analizado como una manifestación o cambio climático que anuncia la llegada de desastres, con una nueva temporada de lluvias intensas en el norte y noroeste de país, como sequías intensas al sur.
Esto se debe a que el calentamiento del altiplano en Sudamérica y la emisión de nubes por la liberación de calor en el Amazonas no fueron normales esta gestión. Dicho fenómeno ocasiona una especie de muro que ha impedido el ingreso de frentes fríos y trae un fuerte calentamiento a partir de este mes. Se prevé que este año se rompan varios récords históricos en las temperaturas regionales.
El informe publicado en la página web del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi) señala que existen “probabilidades (de) que nuevamente volverá a presentarse, durante el verano 2008-2009 en el Hemisferio Sur, anomalía positiva en El Niño (…) También se estaría esperando excesos de precipitaciones en las regiones de Pando, Beni, centro y norte de Llanos Orientales y norte de La Paz durante septiembre y octubre; durante los meses de noviembre, diciembre de 2008 y enero de 2009, los excesos tenderán a desplazarse a las regiones comprendidas entre el Beni central y los Llanos Orientales”.
A fines de agosto, según Rodríguez, un equipo de de Psicólogos Sin Fronteras partió a Trinidad con la misión de trabajar un año en el lugar. Allí evaluarán la evolución de la gente, ante el anuncio de un eventual desastre. Se quiere preparar a las personas antes de la llegada de una próxima crisis.
Antes, durante y después de una contingencia
Según la OPS, cuando un desastre es anunciado, por ejemplo un huracán, la gente tiene miedo y existe una tensión emocional colectiva que prepara a las personas al enfrentamiento de la amenaza. Durante el desastre, las emociones son intensas, hay sufrimiento emocional en los sobrevivientes y deterioro en la vida de las personas. Luego la gente suele experimentar ansiedad y temor al recordar el trauma y pueden aparecer conductas inapropiadas, sueño irregular, falta de apetito e irritabilidad.
Existen cuatro tipos de reacciones frente a un desastre
El síndrome general de adaptación ante un desastre se manifiesta, primero, cuando la gente suda profusamente y tiene temblores, debilidad, náuseas y problemas para pensar claro. Segundo, se la puede hallar paralizada, parada o sentada en medio del caos, sin hablar o sólo pronunciando una o dos palabras. Tercero, hay personas hiperactivas, harán una y otra cosa, hablan rápidamente y se enojan si no se aceptan sus ideas. Cuarto, hay manifestaciones físicas temporales, como llanto o debilidad.
Todos podemos ayudar a una víctima de desastre
Tras un desastre, toda persona puede ofrecer apoyo psicológico a quienes hayan pasado por esa experiencia. La OPS recomienda, por ejemplo, crear un clima de confianza y seguridad mostrando interés en cada víctima; establecer una buena comunicación, así como fomentar el respeto y la tolerancia, en especial en campos de refugiados; brindar apoyo emocional especialmente a quienes han quedado solos, y entender y aliviar los síntomas y reforzar la autoestima de los sobrevivientes.
Avisar a especialistas sobre situaciones delicadas
Frente a una situación de emergencia, debe avisar a profesionales especializados si advierte a personas con manifestaciones especiales para una ayuda más profesional. Por ejemplo, el problema o síntoma de agresividad, inclinación a vicios o drogas e irritabilidad pueden afectar sus actividades cotidianas, también si se da cuenta de que tiene ideas suicidas, cuando abusa del consumo de alcohol, si maltrata a las personas de su entorno o cuando después de haber recibido un apoyo emocional persiste en sus síntomas por más de 30 días.
Por un proceso de pacificación
José María Toribio representa a Psicólogos Sin Fronteras en España, estuvo de visita en Bolivia para analizar los resultados de la evaluación de las víctimas de las inundaciones en Trinidad y habló con Domingo de su trabajo en emergencias.
—¿Cómo realizan la atención a personas que sufrieron un desastre?
—Los equipos de Psicólogos Sin Fronteras, en el área de intervención en emergencias, trabajan en tres fases: el impacto; la emergencia, con personal local, y luego obviamente trabajamos en el post, el seguimiento a la catástrofe. Luego en situaciones más grandes, como terremotos, como el tsunami de Sri Lanka, trabajamos en la reconstrucción.
—¿Las emergencias han aumentado con el tiempo?
—Hay gente que piensa que hay más emergencias, pero creo que eso responde al efecto de la globalización de la información. Sin embargo, como psicólogos, sobre efectos climáticos no conocemos mucho. Sí he constatado desde el año 1998, cuando empecé a trabajar, hasta ahora que las catástrofes que se dan son más grandes, o sea, se da el mismo número de terremotos, tsunamis, ciclones, pero el tsunami de Sri Lanka es algo que no se había dado en tamaño, y también Katrina, un huracán nunca había subido tan al norte. Eso sí que se está dando; por el calor, los huracanes llegan a lugares impensados.
—¿Ustedes tienen preparación especial?
—Ahora en España se trata como especialidad y los psicólogos que son de emergencias están especializados. Un curso de capacitación en especialización suele llevar un mes y después se obliga a salir tres meses a campo, en situaciones que impliquen desplazados.
—¿Qué es lo más devastador de un desastre en la mente de una persona?
—Habría dos cosas. En un primer momento del impacto lo más devastador es la pérdida de control, ver que no puedes hacer nada, luego, cuando pasó la catástrofe, lo que a la gente le impacta más es la pérdida de la familia. Se produce un síndrome que se llama el síndrome del superviviente, cuando de un núcleo familiar de seis o siete personas sólo queda uno, esa persona no puede soportar haber vivido.
Del impacto, la persona normalmente se sobrepone en un plazo de tres a seis meses, pero si no sucede algo, otro desastre de por medio, la gente no lo puede superar y es ahí donde se producen intentos de suicidio. La persona se siente culpable de haber sobrevivido, aunque no entiende por qué.
—¿En qué situaciones ha participado?
—En Honduras, por ejemplo, el huracán salió de la costa y llegó a la capital, arrasó con todo lo que había. Los equipos de emergencia se habían quedado en la costa, y en Tegucigalpa quedaron los chicos de 16 y 17 (años) voluntarios de la Cruz Roja. Entonces nos pidieron que diéramos el apoyo psicológico a los intervinientes, a los rescatadores, para que no se fueran, porque el impacto psicológico de sacar un día y otro día cadáveres era duro, fue algo muy crítico.
En Sri Lanka, en cambio, trabajó mucha gente y trabajamos con una entidad de familias de la etnia de allí. Les dimos la cobertura en orientación y los recursos.


tomado de prensa boliviana